sábado, 11 de julio de 2009

A PROPÓSITO DEL DÍA DEL ABOGADO

La conmemoración de la primera cátedra de leyes en nuestro país hace ya 456 años me dio varias ideas…

Me encuentro estudiando una de las carreras más populares y saturadas en nuestro país, disfruto mucho la teoría y la poca práctica que he tenido en la universidad, así como en el balanzamundo laboral. Es una profesión difícil y no solo por la responsabilidad que se tiene. Recuerdo hace ya tiempo cuando acompañaba una cliente del despacho en donde trabajé, como en todo proceso legal, nos encontrábamos esperando a que nos atendieran, comenzó preguntarme acerca de mis estudios y si me gustaba el derecho, le conteste de manera animada que estaba muy contenta y que me estaba empezando a enamorar de la carrera, me recalcó la idea que a todos los estudiantes nos viene a la mente “vaya que tienes mucha responsabilidad” yo hice alusión a una plática previa que había tenido con mis colegas estudiantes, quienes llegamos a la conclusión que era casi tanta la responsabilidad la de los abogados, como la de los doctores, a esto, la cliente me dijo algo que jamás se me va a olvidar: “yo creo que más grande la de los abogados, pues al doctor por un error se le muere el paciente y ya, pero a los abogados, por un error en el juicio y a su cliente lo mete a la cárcel y prácticamente les arruinan la vida”. Esto me hizo pensar en que el abogado puede llegar a tener en sus manos el patrimonio, la familia, la seguridad y hasta la libertad de alguien más.

Al recordar esto, también me vienen a la mente otros comentarios cuando platico que estudio la carrera de derecho, la mayoría son comentarios difíciles, no falta las preguntas como si defendería a un violador, -lo cual acabo de hacer en un simulacro de juicio oral en la universidad, y gané el caso, absolvieron a mi cliente-, si sacaría de la cárcel a un narcotraficante, si lucharía por los derechos de un padre que abusa de sus hijos, en fin, la imaginación de mis interlocutores ha llegado hasta lugares que ni yo había pensado. Sí, es una profesión difícil, cruel, corrompida, alterada, podría decir que hasta prostituida… pero esto la hace mala per se, somos los practicantes los que la hacemos así. Tuve la oportunidad de trabajar con un abogado muy joven, ahora con maestría y con vías al doctorado, a quien admiro profundamente, él me enseñó que no es necesario dar la típica dádiva para hacer que la justicia camine, es simplemente cuestión de saber cómo llevar a cabo un buen argumento, cómo relacionarse con las personas adecuadas y, en 6 meses que trabajé a su lado, jamás se recurrió a esa famosa práctica, la cual generalmente marca a los abogados, además de que somos abusivos, que buscamos pleito en donde no hay, que nuestro disfraz preferido es el de rata, que corre muy poca sangre en nuestro torrente alcohólico, en fin. Tal vez quiera ser abogada de mi propia causa y defender con todo lo que pueda la que será, en poco tiempo, mi actividad laboral e intelectual, hay toda clase de abogados, tal vez los menos, que hemos mantenido nuestro ideal desde el principio de la carrera, de marcar la diferencia y ser verdaderos abogados, con todo lo que esto implica.

Mi reflexión en esta ocasión va encaminada, -y para no ir en contra del  sentido del proyecto-, es el hecho de cómo todas las profesiones tienen sus detalles en los cuales se puede caer en a corrupción, no hay una que no pueda decir que esta libre de tropezar con algún acto de éste tipo. Será el amor a la carrera, el compromiso con uno mismo y la sociedad la que puede dar los cimientos para ser un profesionista recto, inamovible, ético y que logre enaltecer la profesión por encima de los otros que se dejan corromper, que enlodan todo un camino de lucha y de estudio, que pisotean la nobleza y el nombre de cualquiera que sea la profesión.

Esto es para reflexionar y preguntarnos ¿qué tipo de [inserte profesión birrete graduacionaquí] quiero ser? Claro esto dirigido a los que estamos estudiando, pero también los que ya se encuentran ostentando un título, preguntarse si como son ahora se vieron antes de titularse o incluso al principio de la carrera, en aquellas primeras clases en que las bases de la materia que hayamos elegido y que tal vez nos hizo dejar volar la imaginación y vernos en el futuro que ya se convirtió en presente para algunos de ustedes.

Hay muchos tipos de amor: a la familia, a los amigos, a la pareja, a la mascota, pero poco se menciona el amor a la profesión que elegimos, para los que tenemos la fortuna de tener una preparación universitaria. Y esta idea se me antoja para incluir una idea más, pues la oportunidad que muy pocos tenemos en nuestro hermoso país de obtener un título universitario, tal vez haga que tengamos una responsabilidad extra a las que ya mencioné anteriormente, pues para los que no pueden llegar a este nivel, los que anhelaron la oportunidad de estudiar y prepararse, los que seguramente lo apreciarían más que muchos de nosotros, que ese privilegio haga que amemos aún más la fortuna del título de licenciado, o ingeniero, o diseñador, o médico. Pero ahora sí que el título no lo hace a uno, uno hace que ese título se haga notar, y que mejor que ser un excelente profesionista y cumplir con la protesta que se toma a la hora de la titulación, un acto solemne que muchos olvidan al poco tiempo.

Y como gran final a esta entrada, quiero compartir una frase que encontré de casualidad, no cuento con el nombre de quien la emitió, pero me ha conmovido tanto, que el compartirla se me hizo necesario.

"Porque el ser abogado más que un privilegio o distinción, es una responsabilidad y un compromiso, para la vida privada y pública, y sobre todo con sus defendidos; de rectitud, respeto, honestidad, trabajo, eficiencia y ética profesional; prendas estas que no pueden faltar para ser un abogado, en toda la extensión de la palabra; pues sin ellas, aunque se tenga el título de licenciado en derecho, no se es abogado."

A todos los profesionistas, enaltezcan su profesión.

A todos los abogados, SEAN ABOGADOS.

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